Saber cómo alimentar a tu bebé de una forma saludable y adecuada a cada etapa es fundamental para evitar que en un futuro padezca ciertas enfermedades o intolerancias alimentarias. Si no tienes demasiado claro qué alimentos son los más aconsejables para que tu niño o niña crezca sano y fuerte.
De 0 a 6 meses
No se debe introducir ningún alimento distinto de la leche materna o la leche de fórmula hasta los 6 meses. Esto incluye zumos de frutas e infusiones. Los organismos oficiales son ya bastante claros en este asunto, y es que, introducir tempranamente alimentos distintos de la leche puede conducir a la posibilidad de padecer ciertas afecciones y enfermedades, entre ellos desencadenar alergias e intolerancias alimentarias.
Mantener la lactancia durante todo el primer año de vida, ayuda a controlar la adición adecuada de nutrientes durante esta edad, esta es su fuente principal de energía, no debemos olvidarlo nunca. Pero también hay que recordar que necesitamos incorporar y priorizar alimentos ricos en hierro, ya que es el único nutriente que la leche no cubre.
La OMS recomienda la continuidad de lactancia materna desde el año de vida, pero también recuerda los beneficios que tiene sobre la inmunidad del bebé continuarla hasta los dos años o más, además de mejorar su inteligencia y su salud emocional. La leche de la madre se adapta a su crecimiento, cambiando su composición en función de los requerimientos. Es un alimento ideal.
Si habéis realizado el Baby Led Weaning durante la etapa de AC (Alimentación complementaria) es una ventaja en la transición de alimentos triturados a sólidos, ya que los bebés tienen desde el principio una relación directa con las texturas y sabores reales de los alimentos. Cosa que no pasa con los purés, ya que, en este último caso, los alimentos han perdido su estructura original y al estar mezclados, es difícil distinguir el sabor individual de cada alimento.
El BLW trae múltiples beneficios en el bebé, ya no sólo a nivel fisiológico, como aumentar su desarrollo psicomotor, sino que da ventajas en la alimentación durante los primeros años de vida, permitiendo más ahorro de tiempo en la preparación de comidas, comen lo mismo que la familia con mínimas adaptaciones y, además, comen en familia como uno más.
Si no ha sido vuestro caso y la técnica del BLW no entró en vuestros planes, esta información os sirve para un futuro bebé. En el caso de haber realizado una alimentación complementaria con triturados y purés, es el momento de iniciar su contacto con alimentos sólidos. Para ello, es necesario comenzar a presentar alimentos de forma individual o en conjunto, en trozos pequeños para que puedan gestionarlos bien y no se ahoguen (ya que han perdido casi el reflejo de arcada que les protege frente a los trozos grandes).
Es importante realizar este contacto con alimentos sólidos antes de llegar a los dos años de edad, porque sino su incorporación será mucho más complicada.
A partir del año
Desde que nace nuestro bebé, se produce un proceso de crecimiento y ganancia de peso acelerado. Nuca más en nuestra vida tendremos un proceso igual en el cuerpo. Es lógico pensar que en estas etapas de crecimiento acelerado tengan más demanda de nutrientes. Pero a partir del año, más o menos (depende de las características individuales de cada niño), este crecimiento se ralentiza, por lo que demandan también menos nutrientes. La tendencia es pensar que, si antes comían tan bien, ahora que son mas mayores, deberían comer más. Pero, nada más lejos de la realidad, crecen menos, por lo que demandan menos energía. Aquí entramos en la conocida ‘crisis del año‘, que no es más que una etapa más de su proceso evolutivo.
En este proceso evolutivo no sólo afectan a la alimentación sus cambios físicos:
– Crecimiento de las extremidades inferiores.
– Disminución de agua y grasa.
– Aumento de las necesidades de proteínas por el crecimiento muscular y de otros tejidos, como el tejido óseo.
– Finalización de la erupción dentaria temporal.
– A los 3 años alcanzan la madurez de la mayoría de órganos y sistemas.
Sino que también afecta su desarrollo psicológico y emocional:
– A partir de los 12 meses hay un mayor desarrollo psicomotor.
– Ya comienzan a ponerse de pie, por lo que su campo de visión se amplía, agarran objetos, pueden explorar más.
– Es mucho más interesante esta nueva experiencia que el alimentarse, por lo tanto, la alimentación pasa a un segundo plano.
– Comienzan a ser conscientes de la interacción con otras personas y niños.
– Tienen un poco más de autonomía, con sus propios ratos de juego.
– Y también en sus preferencias (más selectivos).
– Comienzan a ser conscientes del ‘NO’ y empiezan a usarlo.
– Esta etapa es conocida la ‘miniadolescencia’, empiezan a adquirir cierta autonomía y carácter de su propia personalidad.
– Pero, aun no saben hablar por lo que les cuesta expresar las emociones por ello, son más frecuentes los “berrinches y rabietas”
Los cambios fisiológicos afectan a su regulación del hambre y saciedad y los cambios emocionales afectarán a sus ganas de comer. En su conjunto, estas situaciones llevan finalmente a que estos cambios fisiológicos y emocionales desencadenen en una menor ingesta energética, incluso hay ciertos patrones que se cumplen en estas edades. Aunque no es al 100% igual en todos los pequeños, suelen pasar por distintas etapas que describiremos a continuación:
– Pierden interés por la comida.
– Comen menos o dejan de comer (hiporexia o anorexia del primer año).
– Se vuelven selectivos y limitan alimentos.
– Neofobia.
– Huelgas de hambre.
El apetito
El apetito de un niño es errático e impredecible. Son muchos los factores que afectan a las necesidades energéticas de un niño, por eso es imposible saber cuanto deben comer. Al igual que en la lactancia, cada niño comerá en función de su hambre y saciedad. Insistir en que coman más lo único que ayudará es a aumentar su aversión a la comida, e incluso, conducirles a un futuro sobrepeso al desajustar este mecanismo innato de hambre-saciedad.
Una forma adecuada de saber si comen suficiente o, mejor dicho, ser más conscientes de lo que comen es hacer un registro de los alimentos que consumen durante el día, incluyendo la leche. De esta forma tendremos una prueba más fehaciente de la ingesta total, y no solo basarnos en nuestra percepción.
Debemos ser conscientes de las cantidades. Quizás comen menos veces al día, porque las cantidades que ingieren son más grandes de lo que debieran y, por ejemplo, forzamos a su consumo. Esta situación puede hacer que necesiten menos energía durante el día.
No recurramos nunca a darle alimentos insanos o superfluos para que ‘al menos así coman algo’. Esto tan solo provocará cambios en la aceptabilidad de los alimentos con menos sabor, como las verduras, modificando sus preferencias alimentarias.
Un bebé activo y feliz es un bebé bien alimentado. Si no notamos cambios en su actividad y no lo vemos decaído, es la mejor prueba para saber que está comiendo lo que necesita. Su peso no es una referencia, ya que puede disminuir en función de su crecimiento sin que deba preocuparnos.
Jéssica Gutiérrez
Nutricionista NºColg AND00713